Identifican los cinco factores claves para que una escuela logre mejorar sus resultados
Por Manuel Fernández Bolvarán
¿Cómo mejorar los resultados de una escuela de mal desempeño? La pregunta hoy atraviesa a miles de colegios del país que, a cambio de recibir los dineros adicionales que entrega el Estado a través de la Subvención Escolar Preferencial (SEP), asumieron el compromiso de ir subiendo progresivamente sus promedios en la prueba Simce.
Según un estudio del Programa Interdisciplinario de Investigaciones en Educación (PIIE), son cinco los puntos que hay que atacar. Así lo concluyeron tras analizar en profundidad un grupo de seis establecimientos que participaron en 2004 en el programa Escuelas Críticas (que consistió en intervenciones en los colegios de peores resultados de Santiago) y que, al revés de la mayoría de los casos, lograron seguir mejorando sus resultados una vez que la experiencia terminó.
En primer lugar, establece el estudio, una escuela exitosa deja de justificar sus malos resultados en factores externos. “Al principio, el tema de los aprendizajes no es relevante; dicen que si les va mal en el Simce es porque les tocaron niños difíciles o muy pobres y no hay nada que hacer”, explica Flavia Fiabane, autora del trabajo.
Una historia que conocen quienes trabajan asesorando a colegios deficitarios. “En sectores pobres se ve como natural el sacar malos resultados, y cambiar eso es de las cosas más difíciles que hay”, dice Angélica Fuenzalida, directora del programa Mejor Escuela, de Fundación Chile. Para los expertos, una buena estrategia para revertir esto es mostrar casos de colegios que son exitosos en contextos similares, para que la asociación entre pobreza y mal rendimiento deje de ser percibida como inevitable.
Un segundo factor es que la escuela se ordene en función de la meta de lograr aprendizajes. Fiabane explica que lo más común es que los colegios deficitarios se distraigan de ese fin y opten por poner temas como la disciplina o la formación de valores como prioridad. “En esto, creo que la SEP va a ayudar bastante, porque obliga a las escuelas a ponerse metas de aprendizaje y a ir monitoreando esto todo el tiempo. Y además premia con más recursos al que consigue sus metas, una política poco común en nuestro sistema”, explica Tomás Ariztía, presidente de Aptus, asesora escolar derivada de la Sociedad de Instrucción Primaria (SIP) y la Fundación Reinaldo Solari.
El tercer punto es incorporar a los padres. “La estrategia que nos ha funcionado es no exigirles a los papás que estén en todas las actividades del colegio, sino que hagan aportes específicos y estén informados. Por ejemplo, que en la reunión se les diga en qué están sus hijos y se les pidan cosas simples que pueden hacer en sus casas”, cuenta Fernando Maureira, investigador del Cide de la U. Alberto Hurtado.
La cuarta clave es que el director asuma un rol de líder pedagógico y no sólo administrativo. “Me ha tocado conocer directores que llevan 15 años en el cargo y nunca han ido a ver una clase. Así no puede haber resultados, y las experiencias exitosas a nivel mundial tienen como eje un trabajo fuerte con los directores”, analiza Ariztía.
Finalmente, es vital que los proyectos cuenten con una asesoría externa adecuada. Es decir, que se adapte a los requerimientos específicos de la escuela y deje una huella que perdure en el tiempo. Según Angélica Fuenzalida, esto requiere que quienes asesoren no resuelvan los problemas del colegio, sino que guíen a la comunidad a ir buscando soluciones por sí mismos: “La escuela exitosa es la que sabe diseñar estrategias de mejoramiento”. El progreso constante también depende de políticas públicas adecuadas. “Los sostenedores municipales y particulares deben apoyar estos cambios. Lamentablemente, en la actualidad no siempre tienen las competencias técnicas para hacerlo”, opina Fiabane.
